González #535

Para su comodidad, adoradable lectorx, encontrará al final el texto completo de Celia Isabel Acosta en versión scrolleo.


La historiografía que me hizo blanca

En Cuba it rains every afternoon. Mi abuela estiró sus brazos largos sobre la mesa y empezó a contar los dominós. Tenía 10 años y ella, 76, y estábamos sentadas en la cocina. Estaba a cargo de ella por la tarde, ya seaque intentara usar la estufa, la plancha, andar por la calle o hacer cualquier otra tarea cotidiana que con Alzheimer generara una amenaza a sí misma. Todos teníamos miedo de su enfermedad, conscientes del hecho de que sucerebro se estaba derritiendo a una plasta como pan dejado en la lluvia, y que en cualquier momento era posible que perdiera su personalidad, dejara de cantar y bailar, y se convirtiera en una babosa muda de dos metros en la mesa que rehusara a hablar con nosotros. Pero no era así. Mi abuela seguía siendo una mujer alta y sonriente, aunque con una tendencia de llamarme por los nombres de mis hermanas y tías.

En vez de plasta, su mente me parecía un lago ancho y azul, en el cual el presente y el pasado flotaban en armonía, indistinguible uno del otro. La Nochebuena del año 1950, cuando andaba descalza cogiendo mangos, noera menos reciente que el jueves pasado. A veces yo la veía sorprendida en el espejo por su propia cara, vieja yamericana, pálida por vivir tan lejos de La Habana. Mientras jugábamos al dominó, ella me contaba sobre esa ciudad, su patria de luces.

Ven & I tell you about Cuba

Cuba where it rains every afternoon & the rain is gentle with the roof

y los truenos hablan

con acento caribeño. Y el bungaló with the wraparound porch

donde Papá fumaba sus cigarros, y patinábamos in circles,

in circles til Mamá told us

¡stop!

Cuba,

our wide field of mud

where the horses are fat and strong & we were free,

Bibi and me.

& we came home covered in that mud, mud hasta los dientes,

mud even up to our ears, before I was a lady. Before I was Señorita, I was mud.

Good mud en Cuba

Cuba where the mud recognizes you as itself. Not like this suelo americano,

this cold chemical dirt that stinks and sticks to your yeans,

not like that, no.

En Cuba the mud is good and clean.

Y mi tío el francés

brought us european books to read at the beach,

where the sun is a great big lemon, y el mar is made of lemonade,

y the stars are always leaping from the sky, y las nubes are silk cotton de la ceiba,

y la nightlife

¡ay!

Bibi let me drive

the Studebaker 1954 light blue

y fuimos a ver a Rubén González, el pianista who lit up my juventud & inspired me to play, every day

& study music en la Universidad de La Habana That is, until

llegó Fidel

Llegaron a Cuba los comunistas, a Cuba llegaronhechos del fuego & set fire

to la universidad

& set fire to la iglesia

& tried to eat my children & arruinaron todo

& now la patria is no more

Ya no existe mi Cuba

so I never go back again, nunca nunca.

Yo, como muchos de los cubanos-estadounidenses cuyos abuelos huyeron durante el exilio del oro, o sea, la fuga de la burguesía, aprendí de la revolución de esta manera. Igual, la narrativa que me enseñaron en el colegiorespaldaba a su historiografía del golpe que hizo caer a esa joya de isla. Yo crecía amparada por esa historiaeditada que me contaba mi abuela. Sus exageraciones del linaje europeo me regalaron acceso a una identidad blanca. Aunque no fui racializada como blanca por los hombres en la calle ni en mi colegio, tampoco fui vista como latina (en mi pueblo, ser latino era sinónimo de ser mexicano, y era obvio que mexicana yo no era). A todos los efectos, yo tenía una blancura inalcanzable para mis colegas centroamericanos. El tratamiento por el estado que recibieron los cubanos de los años 60, por ser símbolos de la lucha contra el comunismo, no tiene igual conrelación a cualquier otro grupo latino de la guerra fría, ni de la actualidad. Tenían visas automáticas, acreditación de las licencias que habían manejado en Cuba y préstamos basados en sus reputaciones bancarias en Cuba.

El gobierno estadounidense facilitó la incorporación de mi familia a la sociedad estadounidense. Mientrastanto, a los latinos de la misma época, que se fugaban de sus países por la violencia de las dictaduras queinstalaron los EE. UU., les prohibieron la entrada. Igual, el tratamiento indecente a las olas subsiguientes de inmigración cubana, como la de la transformación Mariel en los años 80, que llevaba personas de la clase obrera, LGBTQ que habían sido deportadas de la isla, y afrodescendientes, refleja un prejuicio de clase, sexualidad y raza en la política de inmigración de mi país. Pero nuestra historiografía no menciona esas injusticias, ni los privilegios de representar, en los ojos del estado, el inmigrante asimilable: capitalista, educado, de piel clara, con una familia nuclear. Para mi abuela, y para los cubanos de su clase y generación, la vida de clase media en que vivíamos, la cocina cómoda en que estuvimos sentadas, fueron resultados de su propio excepcionalismo, y no del plan estadounidense para apropiar los cubanos ricos en su cruzada de mantener control sobre Latinoamérica.

Si yo tengo mi trabajo, mi ciudadanía,

mi casita

que los demás no tienen

Si yo tengo mi vida americana que no tienen ellos

seguro que es por mérito mío.

Never mind mi título de ingeniería, que negaron a los inmigrantes.

Never mind ese préstamo,

que negaron a los negros. Never mind la green card que me regalaron,

que negaron a los latinos.

Never mind los latinos (los demás latinos)

who beg asylum when the CIA sets fire to their houses.

Who are brown. Who are afraid and flee

gringo-backed dictators, not unlike Bautista, but never mind

Never mind el nicaragüense el guatemalteco

el masacrado

el desaparecido, never mind a quien le echan al río Never mind Argentina

Chile, Bolivia,

ni Paraguay, who’s wrapped in barbed wire and trapped

and denied

Never mind

que yo, por ser cubano

in another life, have been denied, never mind que yo, por ser cubano,

soy lo inmigrante, lo negro, lo latino que they deny.

Pero never mind los cubanos (los demás cubanos)

el moreno, el marielito, el gay, el disidente, who came after me

or tried

and were denied,

and were left without a foot dry to die in the sea.

Never mind, never mind. Si yo tengo mi trabajo, mi ciudadanía,

mi casita

que los demás no tienen, well surely,

it’s because of me.

El mito del excepcionalismo cubano, reproducido tanto en mi casa como en mi educación estadounidense, sirvió para esconder las fuentes reales de nuestra clase, y también para separarnos de los otros latinos de la comunidad en la que crecía. La clasificación de mi familia como inmigrantes casi-blancos la ubicó en una vida de clase alta que aun la familia de mi mamá, que es blanco estadounidense, no había logrado. La combinación de tener una madre anglo, que, en el estilo de los que forman parte de la cultura hegemónica, no tenía consciencia desu raza, y tener un padre que subscribía a la ideología latina de raza en cual era blanco, me permitía ver a mi mismo como blanca, a pesar de crecer en una sociedad con la regla de hipodescendencia que no me veía así. La historiografía cubana me daba un refugio de blanquitud; y a la vez, no me preparaba para la realidad de ser una persona de raza ambigua en un país que erotiza tanto al Otro étnico.

Me di cuenta de mi raza durante la pubertad por los comentarios sobre mi cuerpo y pelo, que caracterizaban una sexualización diferenciada que la de mis amigas blancas. Chicos de mi colegio me decían que siempre habían querido una ”lightskin bitch” (lo cual implica que soy una mujer negra de piel clara con hábitos promiscuos) o que los gustaría tener una ”international

girl-next-door” (aunque había vivido en la misma comunidad agrícola por toda mi vida, sin salir del país). Así es, por el hecho de que la mayoría de mis experiencias que me han racializado han tenido que ver con mi sexualidad, mi perspectiva de raza no puede ser separada de mis percepciones de género y deseo.

He vivido mucho de mi vida dentro de la comodidad de la blanquitud, y por eso, conozco bien la cultura sexual de los anglos. Ahora veo que la sexualización de los ”lightskin,” o gente de raza mezclada, en esa cultura,no es un cumplido, sino una nostalgia colectiva para los años de esclavitud, cuando el mestizaje era un medio deproducir más esclavos. Esta dinámica racial no tenía parte en el mundo blanco que mi abuela imaginaba para mí. Fui forjada de su versión de la historia, de sus cuentos de sol y son y mangos que se murieron en 1959. Pero sé que la realidad no es así. Por destapar una historia cubana más amplia de la que me decía mi abuela, después de su muerte, yo la entiendo mejor a ella y a nuestro lugar en la sociedad estadounidense.

—Celia Isabel Acosta