González #601

Nos Envían

Carta a la mediocridad

Betty

En un ambiente lleno de tanto talento e ideas por explotar, es fácil sentirse debajo de las expectativas. No eres necesariamente malo, pero tampoco destacas. Es un baile en un limbo constante por querer salir de la zona de confort, pero con miedo a quedar en ridículo, a fallar al intentarlo. ¿Qué es más cómodo? No hacer nada, mantenerse al margen es la única manera de asegurarse de tener un perfil bajo.

Ahora bien, las implicaciones de quedarse en la sombra tienen un gran peso, si ya decidí que no quiero estar bajo los reflectores, ¿qué se supone que estoy haciendo? Todos los días es una nueva oportunidad para limitarse a lo básico, a cumplir con las obligaciones mínimas. Los esfuerzos por seguir creyendo que tengo un camino y que sé para donde voy se vuelven más difusos entre más avanza la carrera. Si se supone que me apasiona lo que hago ¿qué me detiene de ir más allá?

En medio de este debate mental, se ilumina una idea por encima de las otras. Qué tal que simplemente esté destinada a la mediocridad. No todos nacen para ser alguien en la vida, algunos somos simplemente relleno poblacional, un personaje secundario en la historia de alguien que de verdad tiene algo por contar. ¿Es esa realidad tan indeseable? Un actor de reparto no tiene la carga que lleva el protagonista por mantenerse vigente e interesante, puede darse el lujo de simplemente existir sin que las personas esperen algo de él.

A pesar de lo anterior, intentos como mandar esto para una posibilidad de publicación me hacen preguntarme si realmente estoy tan conforme con estar en el fondo de todo, un extra no tiene voz, ¿será que sí tengo algo por decir? ¿Quién me creo yo para sentir que merezco ser escuchada? A veces me pregunto si aquellas personas exitosas también llegan a tener estos dilemas, o si su perspectiva está enfocada a la grandeza y no tienen tiempo de pensar que no van a lograr lo que se propongan. Sea como sea, aún estoy debatiéndome en qué lado quiero estar, si bajo la conformidad de lo cotidiano o en los peligros de lo inesperado.


De animales a artistas

Á. Cifuentes

Fabio Restrepo, el profesor del CBU ‘Sobre el origen común de las artes y la arquitectura’, dice —quizá en un tono demasiado categórico— que el origen de las artes no está en la belleza. Dice que las prácticas artísticas comprenden cosas que van mucho más allá de las “bellas” artes.

Entonces, la belleza no es un punto de partida universal.

Sobre el tema, alude a Baumgarten y su estética, pero comienza por otra parte: que Darwin fue más allá de su selección natural, aunque tendemos a olvidarlo. Escribió sobre la selección sexual, se preguntó por la razón de ser de las ostentosas colas de los pavos reales. ¿Cómo explicamos la existencia de un pavo real desde el afán por la supervivencia? Sugirió que la evolución no sigue una línea recta ni eficiente, sino que avanza por senderos accidentales, incluso contradictorios. Un acto de seducción —de llamar la atención— puede significar una desventaja ante un depredador. Sin embargo, ocurre. Ahí, dice, puede haber algo parecido a la belleza: riesgo, exceso, gesto innecesario.

¿Por qué solo los humanos practicamos las artes? Antes de responder, retrocede: hay que entender por qué surgen los humanos de entre los otros animales. Los homininos aparecen en el récord fosil hace unos 8 millones de años; los sapiens hace apenas 300 mil. Me recordó a Harari, su libro De animales a dioses. ¿Acaso somos dioses?

Nos preguntó si alguno de nosotros ha matado a un ser vivo. Nadie respondió. Dijo llanamente que él sí: un cerdo. Con un cuchillo grande, como su antebrazo. Dice recordar el olor a sangre, aún soñarse con él. Haber entendido “mucho, muchísimo, sobre lo que significa ser un animal.”

Fuimos carroñeros, nos recuerda. Comimos carne putrefacta. Compartimos mesa con los buitres. Pienso en The Veldt de Ray Bradbury, cómo volvemos a la pradera por diversión, por entretenimiento [1]. Trazo ese recorrido de animal a dios. Es esa la tragedia de los Hadley, protagonistas del relato: la ilusión de haber superado lo animal, cuando aún lo llevan dentro.

Pero, y entonces, ¿cuándo nos volvimos algo más que animales? No fue con la escritura, ni con las ciudades, ahí ya habíamos personas. ¿En qué momento —nos imperaba el profe— existió el primer caballo, la primera cabra? Para haber arriba tiene que haber abajo, después de todo, y para haber humano tiene que haber aquello que no lo es.

“En las paredes de la Cueva de Chauvet hay caballos, los mejores en la historia del arte,” nos dijo, señalando a la monitora para que los pusiera en la pantalla.

Fabio asegura que allí nos volvimos humanos, que es el gesto de poner a los otros sobre la roca lo que nos distingue. La habilidad de ordenar el mundo a nuestro alrededor en imágenes es la que le da forma al mundo mismo, la que dio pie a nuestra humanización. Arriba y abajo. Caballo y no-caballo. Animal y no animal. Humano y no humano.

Sin la pintura no hay caballos, no hay personas, no hay Darwin, no hay belleza, no hay dioses, no hay praderas africanas, no hay nada.

Nada en absoluto.

[1] Traduce a “La Pradera”, el cuento lo pueden consultar aquí en español y aquí en inglés. Es muy corto, muy recomendado.


Carta Abierta:

Bogotá

la verdad me caes mal, y he intentado e intentado hacerte una carta de amor, o por lo menos una decente. pero odio que seas tan fría, tan insegura, tan cambiante, tan cerrada. tu gente me da miedo, por cómo piensa, cómo actúa, por lo antipática que es. entre más crezco más me alejo de ti. te detesto cada día más y espero pronto alejarme de tí, de acá.

cada vez te vuelves más fría y la gente más alérgica al frío.
te vuelves más insegura y la gente más asustada por explorarte.
cada vez te vuelves más voluble y ellos más aferrados a lo convencional.
te vuelves cada vez más cerrada y yo añoro la libertad.

¿no te das cuenta? ni la gente que viene de afuera, que no te conocía de antes, se quiere quedar. eres un lugar de paso. ya nadie te quiere conocer.

entre más escribo más me doy cuenta de que eres como yo. o yo soy como tú. de pronto por eso me caes tan mal. de pronto yo soy tan fría, tan insegura, tan cambiante, tan cerrada como tú. aquello que habita en mí tambíen me da miedo y entre más crezco más me alejo de mí. nadie me quiere conocer, nadie se quiere quedar y yo cada día me odio más.

pero también sé que eso no es completamente mi culpa y tampoco la tuya, sino de la gente que amaste y ellos te rompieron desde adentro. espero que algún día podamos respirar, podamos estar en paz, podamos amar y aceptar el amor que nos den. ojalá pueda aprender a quererte y, de paso, aprender a quererme a mí.

bluust.