González # 558

¿Existe la mano perdida?enviado por y de autoría de una amante de las manos

De ahí se imparte el dibujo mismo, de la cuestión de no saber hacia dónde se va o si se quiere saber a dónde se quiere llegar; el dibujo es el camino de ese constante frenetismo del lápiz dirigido por la mano. Aquí surge una nueva relación, así como la de la mente y la mano, el lápiz se convierte en el bastón de la mano y es el que consigue ilustrar aquella búsqueda que persigue la mente. El dibujo es el camino de los pensamientos imparables; es en sí mismo la búsqueda de ese algo desconocido. No obstante, la razón de ese frenetismo no es solo la cuestión de que hay un deseo de búsqueda sin saber qué se busca, sino también de que hay una dualidad entre querer seguir yendo por ese nuevo camino o quedarse en el que ya se conoce.

Las personas tendemos a aferrarnos a lo conocido, a lo que es cómodo, a lo que nos mantenga alejados del cambio, ya que esa posibilidad de algo diferente y nuevo nos produce cierta ansiedad, cierta angustia, cierto temor. Sin embargo, podría decirse que de cualquier forma tendemos a buscar lo desconocido; como seres curiosos, estamos siempre a la espera de conocer algo nuevo, encontrarnos con algo que nos satisfaga para luego ir hacia algo más. Estamos en una constante dualidad entre mantenernos en la comodidad y adentrarnos ante lo que podría llegar. Esa dualidad es la tensión en la que la mente se encuentra, el deseo de un cambio sin tener que moverse hacia él. La mano es el bastón de la mente; de forma fuerte o temerosa empieza a expresar esa dualidad, empieza a hacer esa búsqueda incesante de algo que no sabe qué es, pero a lo que no para de dirigirse. 

El dibujo de la mano entonces simboliza esa búsqueda perpetua, esa dualidad y constante tensión en la que nos encontramos dentro de nuestros pensamientos. El dibujo de la mano se convierte así en el dibujo del bastón de la mente, hecho por el bastón que es el lápiz. La mano es compleja en su composición, en sus movimientos y acciones, en lo que expresa, nada de lo que hace es fortuito; por lo que, al pensar en cómo representarla en papel esos detalles minuciosos salen a la luz, no se trata únicamente de representarla como objeto inanimado y técnico, sino como el total de sus partes tanto externas como internas. De esta forma, el dibujo de la mano pasa de ser frenético a tranquilo, de desesperado a en calma, de agitado a cansado, de perdido a decidido en camino. 


Recomendación de la semana:

“Memorias de ciego: del autorretrato y otras ruinas” – Jaques Derrida

Bienvenida la época Escorpio de noviembre