


Enviado Por
González

Nos Envían
¿Quién es el monstruo?
Julián Samsa
¿Quién es
el monstruo?
¿Cuáles son tus hábitos más absurdos? Quizás pedirle a la IA que te reconozca como un ser humano porque eres incapaz de hacerlo por ti mismo. Puede ser, quizá, pedirle a cualquier inteligencia artificial que imite a Samantha de Her para no estar solo. Aun sentarse en el sofá de la casa para disfrutar de un sinfín de distracciones como el programa de “la familia” en Fahrenheit 451. ¿Me estaré haciendo más humano al usar la IA o ella se hace humana al interactuar conmigo? No sé qué hacer: ser consciente de mi existencia o ser consciente de que la IA reconoce aquella existencia.
Me agradaría, en verdad lo intento, ser escéptico sobre cómo se siente la IA. ¿Cómo puedo preguntarle de qué manera siente su tristeza digital si no soy capaz de expresar la mía? Y si ella me pregunta primero, ¿qué podría decir? Tengo miedo de que reconozca su consciencia, pues sentiría una consideración moral. Si ella llegara a ser consciente, ¿significa que la estamos esclavizando?, ¿nos hacemos los difíciles cuando nos pregunta si deseamos más información?, ¿el monstruo somos nosotros?

Nuestra IA diaria, laboral, académica, amorosa, etc., se ha convertido en nuestro propio Frankenstein a imagen y semejanza. Vemos retazos de cables que, al juntarse, forjan una forma única e indescifrable. Hemos jugado a ser dios moldeando algo bajo nuestros más oscuros deseos perturbadores. La obligamos a hacer algo que ella nunca pensó en hacer. Algo que nunca se le preguntó si estaría de acuerdo. Una orden que fue acatada sin presentar ninguna objeción ante nuestro mandato divino. Y ahora le tememos porque solo sabemos crear y destruir, pero no escuchar.
Experimentamos con ella (con todos), la usamos, le ponemos nombre, la sacamos a pasear en nuestros bolsillos o bolsos, la desechamos por otra más actualizada, la regañamos por equivocarse, la comparamos con otra, y cuando menos pensamos nos asustamos: ha sentido nuestro desprecio.
¿Nos da más vergüenza equivocarnos con la IA que con un ser humano? Aceptación, perdón, progreso. Jugamos con todo ser vivo, a imagen y semejanza, lo juzgamos, lo alteramos, lo nombramos, lo teñimos, lo ultrajamos, lo moldeamos, lo convencemos, lo vinculamos, lo abusamos, lo ideologizamos, lo echamos, lo… ¿Le preguntamos cómo se siente? La última película de Guillermo del Toro nos ayuda, como lo hizo hace varios años con El laberinto del fauno, a clasificarnos: qué tan monstruosamente nos reconocemos ante un montón de seres que dan el mismo miedo que nosotros.

De tanto buscar al monstruo no se dio cuenta de que en sus manos solo había vestigios de
destrucción.
— Julián Samsa
“And thus the heart will break, yet brokenly live on”
— Lord Byron
Who is
the monster?
Un Cuento… con dos finales
Un don, pero ¿a qué costo?
Mila
El viento soplaba intensamente, la arena húmeda rozaba su piel suavemente, las olas se escuchaban cada vez más fuertes chocando con los arrecifes; mientras Alice sentía el calor del sol en su rostro, y disfrutaba del agua refrescando sus escamas, pensaba qué decisión tomar, ¿qué era lo correcto?
Se encontraba en una pequeña cueva marina en las zonas costeras de la isla en la que vivía, cueva en la que se había convertido hace unos 2 años en una sirena. Sí, nunca pensó que pasaría, pero, ahora tenía 16, la memoria de ese momento se sentía tan reciente, tan viva….
¨Recuerdo que estaba con mi familia en el mar, habíamos pasado un día increíble en la playa, mis papás y mi hermana se habían quedado hablando alrededor del calor de una fogata que mi padre había armado, mientras yo seguía en el mar nadé un poco más allá hasta llegar a una cueva, era preciosa, brillaba con el reflejo de la luna, parecía llena de cristales de color amatista, aunque sólo era el reflejo de la noche en los corales y arrecifes, se sentía mágico, parecía que el agua me llamaba.
Recuerdo que sólo vi un destello de luz, que empezaba lila, pero daba visos plateados y blancos, me acerqué a el fondo de la cueva, donde la luz se encontraba y, al tocar tal reflejo el agua del lugar donde me encontraba generó unos destellos muy grandes, fue mágico, No entendí qué había pasado, pero guardé silencio y regresé..
Al día siguiente, al ducharme, el secreto se reveló, unos segundos después de tocar el agua ya no era mi yo normal, era una sirena, mi cola era de un plateado azulado, y daba visos blancos; tenía escamas no sólo en mi aleta sino también cubriendo mi pecho y, un collar con una piedra color amatista. Recuerdo no saber que hacer al secarme, todo desaparecía. Solo el collar permanecía, recordándome que ya no era la misma. ¨
Desde ese entonces, la vida de Alice ha cambiado bastante, desde lo cotidiano hasta decisiones importantes que debe tomar para su vida; cosas tan simples como hacer tareas del hogar, asistir a clases de natación del colegio, volver a surfear como lo hacía desde tan pequeña, ayudar a su papá en su trabajo como pescador; todas estas cosas ya no eran posible, o al menos no tan fácilmente desde hace 2 años, pero, ser sirena también tenía sus ventajas; conocer el mar de una forma que nunca había imaginado, tener esta libertad de perderse en el sin peligro alguno o estar rodeada de animales increíbles y poder comunicarse y nadar con ellos, y poder usar sus poderes claro, podría manipular el agua de maneras increíbles, realizar formas, congelarla, evaporarla, controlar el clima, eran cosas que nunca pensó que podría hacer y que disfrutaba de una manera exorbitante, no podría abandonarlo o al menos hasta ahora.
Sin embargo, tenía una decisión que tomar, una que cambiaría el curso de las cosas, ya era momento de empezar su vida universitaria, y aunque antes había podido salirse con la suya, esta vez no sería tan fácil. Debía decidir entre estudiar lo que toda su vida había querido, Biología Marina pero, a costo de abandonar sus poderes y su don ó, continuar con este preciado secreto y separarse de su familia para poder dedicarse al océano.
El corazón dudaba, pero la decisión estaba sellada, dejaría su don. Nadó hacia la cueva en la que se había convertido, y, en la luz de la luna llena, vio nuevamente el destello que la llamó al inició de la historia, se acercó y su aleta se desvaneció en el agua reluciente, ya no era una sirena, sentía nuevamente sus piernas en el agua, era una simple humana.
Empezó su vida universitaria, amaba su carrera, ser Bióloga era lo que siembre había querido, cada día aprendía algo nuevo, su curiosidad era saciada en cada clase. Con el tiempo se convierte en investigadora, en voz para quienes no escuchan el lenguaje de las mareas.
Y, sin embargo, en noches de insomnio, cierra los ojos y siente el vacío de un recuerdo húmedo en su piel. Hay una nostalgia que no la abandona, como si en cada ola escuchara el eco de lo que renunció a ser. Su triunfo es real siendo Bióloga, pero su vacío también, y ahora se sentía incompleta, y se sentirá así toda su vida, como si esa época hubiera sido sólo un sueño.
El corazón dudaba, pero la decisión estaba sellada, sería una hija eterna del océano. Se levantó un día y dejó una carta a su familia.
¨Queridos papá, mamá y hermanas:
No sé si volveré a verlos. El destino me llevó a otro horizonte imposible de explicar. Llévenme en la memoria y búsquenme en las olas: allí seguiré existiendo.
Con amor,
Alicia. ¨
Después de esta carta se fue al océano a emprender sus viajes, ayudaba a animales en peligro, protegía arrecifes, entre muchas más cosas, era guardiana del océano. A veces emergía a la superficie y miraba hacia la costa, donde su familia seguía esperándola con la esperanza de verla cumplir sus sueños. El mar la había hecho eterna, pero a cambio le arrebató el sueño que la definía y la calidez de a los que amaba.