González #520

 

 Arañas

 Se ha venido acumulando polvo en la esquina inferior de mi closet. No solo polvo, sino también vidas diminutas, pequeñas, insensibles, invisibles, muertas, pegadas. Se ha escondido con una maraña de polvo y de pelos y de hilos de araña. Las arañas han tejido sus hilos alrededor de tanto polvo. La araña. Es solo una, porque lo sé y porque la vi el otro día en mi baño y nos bañamos juntas. Y ella extendía sus patas delgadísimas y débiles a punto de quebrarse, por la baldosa húmeda llena de agua y de vapor caliente. Y ella seguía ahí, persistiendo, intentando estirar la pata, moverse hacia lo seco. Moverse hacia lo seco es imposible porque lo seco no existe. Lo seco no existe dentro de las casas de ladrillo porque los ladrillos son humedad pura, son una aglomeración de tierra y agua. Los ladrillos son pequeños ecosistemas de agua, vida muerta, cemento, conjunto, mezcla, espesura, concentración, bloque, sistema. Los ladrillos son un sistema de vida en la muerte, están muertos cuando se los une con todos los demás ladrillos, pero están construidos con cosas vivas. Todo esta construido con cosas vivas. Lo vivo esta en lo vivo. Lo vivo esta en lo inerte y en el polvo. Lo vivo es un mugre. La araña de mi baño aparece y desaparece. Se esconde en las esquinas de la ducha, como el polvo de mi closet. Se esconde contenida en si misma, se arropa con su cuerpo, se abraza con sus patas débiles. Mi araña, porque es la de mi casa, la de mi baño, la de mi agua, es mediana. Quiero nombrarla para acercarme a ella. Quiero nombrarla 

para tocarla. Pero no la toco ni la nombro. Me la imagino trepando mi pierna, me imagino sentir sus patas en mi mano, me la imagino súper poderosa, magnifica, gigante, un monstruo. Pero si es monstruosa. Ella es un monstruo diminuto que puede esconderse. Pero esconde vida dentro de su cuerpo de cuatro centímetros, la araña esta embarazada de mil vidas, por supuesto. El miedo a la araña no es un miedo a la araña. El miedo a la araña es el miedo a las mil vidas dentro de ella. Porque así es, así me lo imagino. Dios hizo las arañas para que recogieran el polvo y nos obligaran a buscar en las esquinas. Las arañas son los ojos de las esquinas, son sus partes, pero mas bien son sus habitantes. Dios hizo las arañas para que desviáramos la mirada al mugre, para pensarlo, preguntarnos por el. Dios hizo las arañas para que también pensáramos porque los ladrillos esconden agua y así entonces supiéramos que los ladrillos esconden agua para que las arañas pudieran vivir dentro de las casas. Pero las arañas también son callejeras, les gusta el transito. Se mueven hacia fuera y hacia adentro, son ambas cosas. Afuera el mundo es polvo puro, mugre materializado, visible, olfateable. Afuera el mundo es una conglomeración de polvo sucio. Pero adentro, en la casa limpia, donde se pasa el trapero todos los días, es donde mejor aparece la araña, porque su mugritud resalta. Porque así se reconoce mejor a sí misma, porque adentro es donde mejor se ven sus patas delgadas, llenas de líneas venosas, llenas de -nidea que-. Adentro es donde se vuelve un monstruo, porque su gigantez existe solamente en las casas limpias. Porque ellas son las portadoras del ¡ah! Porque adentro se oscurecen mejor y más nítido. Afuera ya todo esta oscurecido. El otro día vi una desplegándose desde mi techo, cayendo sola, en caída libre, simultáneamente lenta y apresurada, afanada por subir y por bajar, rebotando en ella misma. apareció un segundo después de haber apagado la luz. Apareció en la oscuridad, pero después la descubrí con la luz. Sus patas se abrían y cerraban, parecía una flor o una cometa. Una malabarista, una bailarina delgadísima, esbelta, segura. Cierta. Después desapareció otra vez. Me volteé y no la volví a ver. Me voltee y se había ido de vuelta a su ladrillo. El ladrillo que contiene otras mil vidas. El ladrillo que la contiene a ella y su infnitud.

María Sofía Vargas Calderón